verde brat
En el Primavera Sound de 2019 tuve un momento muy especial. Mientras Carly Rae Jepsen cantaba Too Much yo estaba pensando “qué gran canción, cómo me lo estoy gozando, esta canción es perfecta para mí”, luego salí de mi ensimismamiento y descubrí que esa canción era perfecta para todos. Había cientos de personas a mi alrededor pensando, supongo, algo muy parecido a lo que yo estaba pensando. Yo era, por supuesto, uno más: uno puede gatekeepear muchas cosas en la vida, un riff de guitarra o una buena idea de una letra más o menos erudita, pero una melodía auténticamente pegadiza no te la puedes callar, de hecho con frecuencia se silba o se canta mientras se anda por la calle.
¿Por qué escuchamos (o incluso hacemos) música pop?1 Para mí al menos tiene mucho que ver con esa búsqueda de algo que verdaderamente sea para todo el mundo, una búsqueda de conexión auténtica y globalizadora, el sueño de una cultura de masas tan poderosa que sea capaz de sintetizar en tres minutos veinte una respuesta cerebral suficientemente satisfactoria. El libro Un cortocircuito formidable, de Oriol Rosell, recoge una cita de Peter Christopherson sobre el paso que tuvo el colectivo COUM del mundo académico las performances artísticas a reconvertirse en el simulacro de grupo pop Throbbing Gristle: “nada tenía sentido si no podíamos llegar a la gente de nuestra edad, gente cuyas vidas podían verse realmente afectadas por lo que estamos haciendo”.
En una línea similar, Bertold Brecht2 define al “público” como “Una asamblea de individuos capaces de reformar el mundo que reciben un informe sobre él”. Claro que el arte puede cambiar el mundo, la gente cambia el mundo y el mundo, queridísimos lectores, ha cambiado: nunca volveremos a ver el verde lima de la misma forma.
Estas últimas semanas hemos asistido a la resignificación completa de un color. Del escepticismo cuando Charli XCX anunció la portada de brat hace la friolera de cuatro meses, se ha pasado a la aceptación casi maníaca, un nuevo patrón que identificar en la vida real y, por supuesto, que compartir con los demás. Hay que decir las cosas claras, el disco es buenísimo, para mí con diferencia lo mejor que ha sacado Charli desde aquellas dos mixtapes, Pop 2 y Number 1 Angel, en el lejanísimo año 2017. Siento que es musicalmente mucho más conciso que los últimos discos, es más “hiperpop” en el sentido futurista (o retrofuturista) y brillante que en el sentido destructivo de cerebro roto por internet estilo 100gecs (que en teoría respeto). No solo me ha gustado a mí, hay notas súperpositivas allá donde mires, colocadas por fans ahora aún más convencidos pero también por conversos y caídos del guindo. No sé si será mi cenicismo pero siento con pena la asimilación definitiva por el sistema de todos esos sonidos raros y esos autotunes que tanto nos impactaron. Contra Fantano y Pitchfork vivíamos mejor.
Pero esta acogida, también hay que decirlo, parece uno de estos casos de profecía autocumplida, en la que una campaña de publicidad que mide muy bien el pulso cultural (pero una campaña de publicidad joderrr) convence a la gente de que el disco que va a salir en unos meses va a ser, esta vez sí, la hostia, porque al parecer la cantante es amiga de otras mujeres de moda, porque seguramente la cantante sea la única persona de la Gran Industria Musical capaz de escuchar música de alguien que no pertenezca a ese club y eso hace que ella sea un poco más lista que el resto o simplemente porque se atreve a hablar de “servir coño” y ahora es el momento de recoger todos esos sembrados. Charli nos ha dado un disco increíble que ha resonado con muchísima gente (¡hurra!) ha conseguido llegar a toda esa gente a través de una campaña hecha por cientos y miles de personas moviendo dineros y tratando de manipular a las masas (hmm más vale que las manipulen con esto que con otra cosa supongo) y ahora el verde lima ha cambiado de significado (¡qué interesante hecho capaz de inspirar una newsletter!) y ese significado es “pertenezco a Atlantic Recording Corporation, parte de Atlantic Records Group, subsidiaria de Warner Music Group”
Pero vamos que escuchéis el disco que es la hostia en mi humilde opinión la semana que viene más de alguna otra cuestión misteriosa. Permitidme que me despida con esta canción en la que llevo pensando desde hace meses.
Yo descubrí que me gustaba la música pop relativamente tarde, cuando estaba haciendo el Bachillerato aproximadamente, porque la primera música que me gustó fue el punk y el rock alternativo y ya fui desarrollando mis gustos y mi personalidad un poco “a la contra”, con el mainstream como principal enemigo. Precisamente, como a tantos, redescubrir tras su hit mayúsculo a Carly Rae Jepsen con el disco Emotion, fue uno de los hitos de mi “apertura” mental, como lo fue el contacto con el sello británico PC Music o el disco Sucker de Charli XCX y, por supuesto, la unión inesperada de ambos universos en el clásico Vroom Vroom EP y más o menos todo lo que les vino después. Aunque nada de todo esto tenga aparentemente mucho que ver con mi música, sí fue una cosa importante para mi concepción del asunto.
Según cita Belén Gopegui en El padre de Blancanieves.