Hola hola espero que tuviéseis una buena semana todes ustedes. Yo, como últimamente, regular debido a la ansiedad universitaria y una muela de juicio que me está saliendo pero bueno, siempre hay algo a lo que agarrarse, ya sea gastándose una cantidad obscena de dinero online en instrumentos, tomando un algo con un amigo, disfrutando de la increíble serie Such Brave Girls. También, por supuesto, disfrutando del mayor placer conocido por el ser humano contemporáneo: emitir opiniones. La supuesta noticia-Marcelo-Criminal™ de la semana es mi aportación al reportaje del suplemento cultural de ABC sobre el legado del indi noventero y la de Los Planetas en concreto. Poco a poco y con ayuda de mis fieles lectores, me acerco cada vez más a mi sueño de ser intelectual profesional y no dar un palo al agua, ahora solo necesito descubrir la forma de monetizar mis “pepitas de oro”, pero cada paso cuenta.
Siguiendo la estela planetera, la verdad es que yo tuve, jeje, un buen día el sábado pasado. Estuve en el pueblo de Andrea1, fuimos a un cumpleaños en una localidad de la costa alicantina y pudimos ver, yo ya tenía ganas hace un tiempo, la película de moda Rivales, creo que más conocida como Challengers, dirigida por Luca Guadagnino y protagonizada por Zendaya y otros dos payos con ambientación tenística y complejas relaciones sentimentales.
Mucha gente está hablando de esto, creo, por al menos un par de motivos interesantes: el primero es que representa un inusitado ejemplo positivo de película “muy bien hecha” en la que brilla una grandísima atención al detalle: la banda sonora es una locura2, pero también el vestuario, la peluquería, los escenarios, hasta el product placement parece de un gusto exquisito. La puesta en escena, incluyendo la fotografía de mi puto padre Sayombhu Mukdeeprom, está siempre al servicio de la película, a la busca de una forma de hacerla más emocionante, más expresiva. Es claramente una película formalista en el sentido de que no disimula sus formas, te obliga a observar la manera en la que te está contando las cosas y a pensar en ello, pero casi nunca por el camino de la extravagancia, como ha sido el caso de la mayoría de las películas estilosas de éxito de los últimos tiempos (pienso en cosas como Todo a la vez en todas partes o Pobres criaturas, ambas malardas en mi opinión).
Cuando escribí por aquí hace un tiempito de Anatomía de una caída andaba yo rayado por la posibilidad de que, en la búsqueda de reconstruir un cine bueno para adultos etc no acabaríamos cayendo en cierto conservadurismo. No hay, creo, casi nada de conservadurismo en Rivales. Está, como digo, planteando ideas visuales todo el rato y ni siquiera sentí el grano de los 35mm como un guiño retro, sino como la aceptación de que simplemente esto hace que la película sea más bonita y que necesitamos esos colores todo el rato hasta que alguien invente una forma mejor de conseguir colores mejores3.
Sí es una idea antigua, aunque igual por ello, por pasada de moda, más refrescante, la segunda de las razones del placer que nos ha dado a varios: es una película completamente ajena a cualquier discurso de redes. Que te guste o no Challengers no dice prácticamente nada de tus ideas políticas o de si eres mejor o peor persona; no es exactamente amable, no evita el conflicto y no es de ninguna forma inocua pero todo lo que es lo es en el sistema cerrado que forma la película y su universo de tenistas profesionales chocando deportiva, sentimental y sexualmente durante una década parece no aplicar a ningún Gran Tema de Actualidad del que Hay que Hablar. No creo o no espero ser sospechoso de promover la apoliticidad en el arte, pero con frecuencia el cine supuestamente hecho para que discutamos ideas es superficial y muchísimo menos interesante en sí mismo que las discusiones que suscita. Challengers es, sobre todo, una película sensorial y eléctrica, pero expresa una serie de cosas sobre el movimiento, la atracción y las dinámicas de poder de una forma profunda y significativa y muy cinematográfica, supongo que por eso es más difícil hablar de ello.
Tras acabar la película y recuperarnos físicamente del clímax, tuvimos que darnos un poquito de prisa para llegar al concierto que había de Triángulo de Amor Bizarro dentro del festival gratuito Aspesuena, un evento de un día que suele merecer muchísimo la pena. Triángulo son, indudablemente, uno de los grupos de mi vida. Desde los dieciséis o así les habré visto igual más de diez veces, ha habido épocas de escuchas compulsivas, posiblemente lo de “ojos que intentan que crea en el amor y en la productividad alemana” y lo de “tú y yo, ideas radicales acerca del amor y la política, tú y yo, ideas radicales acerca de la reforma” sean de las movidas que más me impulsaron a hacer música. Su universo ruidoso, violento, romántico, simbólico, discordiano, me apela de una forma especial, supongo que porque ellos mismos moldearon en gran medida mis gustos y apetencias durante mi camino de iluminación en el que dediqué tanto tiempo y esfuerzo a descifrar qué pasaba en los tres primeros discos.

Esta fue la primera vez que les vi en formato trío, tras la marcha de Zippo4 del grupo y no voy a decir si está mejor o peor (las relaciones parasociales que he desarrollado con este grupo son muy fuertes, para mí todos son increíbles máquinas), pero sí fue interesante ver, después de tantos años, un concierto más distinto de lo habitual. El ruido era atronador, pero menos caótico y el show más pausado, con varios momentos para hablar o explicar cosas, porque ahora Rodrigo, aparte de la guitarra y la voz, se ocupa más o menos de los sintetizadores y los disparos de samples y lleva un pifostio encima fascinante de ver y escuchar.
Y aquí acaba esta cartita, perdonad el ligero retraso pero he estado (sigo!) malo, no tengo ni idea de qué escribiré la semana que viene pero hoy voy al concierto de OT así que ojo ahí no vuelva el periodismo gonzo. Ya sois más de doscientos suscriptores y me da mucha alegría, me encantaría que me comentaseis por aquí vuestras opiniones impresiones dudas propuestas de temas etc no por generar engagement (de verdad) sino por evitar el rollo de la comunicación unipersonal, creo que la posibilidad de intercambiar ¿ideas? con tanto texto como queramos está muy bien. Hasta otra!
Mi intimidad sentimental no es el tema de este substack pero uno puede enmarcar todo el análisis cultural que viene después en este contexto romántico.
Quizás sorprenda teniendo en cuenta mi cinefilia y que soy músico semiprofesional pero creo que es la tercera vez que me apetece escucharme la banda sonora después de ver una película (las otras dos son la de Under the Skin de Mica Levi y We’re All Going to the World’s Fair de Alex G, ¿se podrán poner notas al pie de las notas al pie? No, acabo de comprobarlo y no se puede).
Sobre su antinostalgia, me gusta mucho, de hecho, que sea una película ambientada muy poquito en el pasado, una idea que creo que le da cierta dignidad histórica al presente y que siempre me pone un poco a favor de una peli. Lo han explorado bastante los hermanos Coen, por ejemplo.
Con el que por cierto hice una colabo bastante curiosa hace unos años para su proyecto SraSrSra versionando una canción de Jorge Sepúlveda, no veáis lo que me ha costado encontrar esto lol
Pero un poco extravagante si que es rodar montado en una pelota o desde debajo de un suelo de cristal, ¿no?
Aún no he visto Challengers, a ver si sigue en cartelera en Asturias cuando acaben los exámenes, pero sí que me despierta interés. A mí, aunque no sea muy de escuchar bandas sonoras, sí que me gusta ponerme con cierta frecuencia las de Le Mépris y El viento se levanta (entre algunas otras de Hisaishi), que ahora mismo sostengo sin demasiado miedo que son dos de mis "discos" favoritos.