Ser excesivo
un videojuego japonés, una novela argentina que da intuiciones, un disco supuestamente largo
Paso la gran parte de mis días estudiando la lengua y la literatura españolas, me distraigo a ratos con el Persona 5, el juego de rol japonés sobre ir al instituto y enfrentarte a las distorsiones cognitivas de los adultos que te joden la vida y que toma a la gente entre cien y ciento cuarenta horas en terminarlo1 y, como dije hace un par de semanas, leyendo One Piece, la famosísima aventura manga en publicación desde el 97 y que ahora mismo abarca unas veintiún2 mil páginas3. No todo va a ser otakear, entre ducha y ducha, y sobre todo por las noches, disfruto del libro de Andrés Pérez Perruca, Vida de un pollo blanquecino de piel fina, que a lo largo de sus ochocientas páginas glosa de formas misteriosas las sesenta y seis canciones que grabaron El Niño Gusano.
Con el gustico que da terminar un libro y pasar a otro, con lo libre que se siente uno saltando de una cosa a otra en este océano inmensísimo de producción cultural en el que vivimos, que no paran de salir cosas que enriquecen y nos llenan el corazón4, qué ganas de meterse en estas cosas tan grandes, que secuestran tu tiempo y que son por naturaleza irregulares y tediosas. Recuerdo pensar cuando (¡a la tercera!) conseguí entrar en Nuestra parte de noche, aquel tochaco de Mariana Enríquez, que no me parecía de ninguna manera mejor que algunos de sus relatos o incluso que sus Relatos en general pero su novela tenía una característica diferencial clave: te puedes obsesionar con ella.
Sospecho que para que uno se obsesione con una obra artística necesita que esa obra insinúe al menos un universo detrás, algo que vaya mucho más allá de lo contado; por eso la gente va loca con las series, los vídeos explicando el lore (¡la moda del lore!) del elden ring tienen millones de reproducciones y la elevada popularidad del concepto de “disco conceptual”, que si parece que juntas unas cuantas canciones que están bien sin contar ninguna historia más allá es que eres tonto. A la gente le encanta obsesionarse con algo porque cuando lo que te gusta tiene un universo detrás muchas cosas a tu alrededor te recuerdan a aquello y te da felicidad y te entretiene a lo largo de los tristes días de nuestra vida.
Yo, hijo de la austeridad y con actitud minimalista y pobreza de espíritu para casi todo, me he permitido tontear con ser excesivo. Por ejemplo, llevo noventa y pico semanas de mi vida “creando” una hora como poco de “contenido” sobre Buffy Cazavampiros en el podcast que hago con mi amiga Noah. También, hace poco más de un año, publiqué un disco considerado, con razón, excesivo en tanto que tenía me parece que veintidós canciones5.
Cuando me preguntaban en las entrevistas y tal yo solía hacer referencia a que esencialmente me apetecía llenar los límites físicos del disco de vinilo (unos cuarenta y cinco minutos). No aducí, creo, aunque estuve tentado de tirarme el pisto, una cuestión ecológica de conciencia sobre aquello que consumimos, pero sí dije en alguna ocasión que para mí no era tan importante seleccionar las quince buenas de esas veintidós y hacer un disco normal porque realmente para mí (y esto es verdad, no es pisto) mi gusto es bastante poco importante y las que a mí me parecen más flojas le pueden gustar a la gente (de hecho, un porcentaje bastante amplio) y me parece injusto que ya que están hechas no se compartan.
Me parece que Miguel Noguera, en el prólogo de Ultraviolencia, hablaba de la ocasional supremacía de la cantidad frente a la calidad hablando de su gusto por comer dando el bocado más grande posible y hasta forzando los límites de su garganta. Hay ventajas manifiestas en pegarle un bocado bien gordo al bocata, que puede ser cutre o del mejor jamón del mundo, si es que alguien se come ese tipo de bocatas. Me he perdido yo solo en la metáfora así que hasta otra!
Una semana más me marcho de aquí contándoos algunas cosillas más personales: estaré este viernes en Murcia cantando en una cosa benéfica por la DANA, aunque se vendió todo rapídisimo, ya os contaré qué tal ha ido. Me da miedo decirlo muy alto pero creo que me he dejado el tuiter para ir a bluesky, podría haber escrito sobre eso pero me da lache pasarme rayando con las redes sociales y en el fondo la respuesta es muy sencilla: tuiter está hecho mistos en gran medida por culpa de un dueño fascista. Os animo a que os abráis cuenta allí si no la tenéis ya y me digáis algo. La semana que viene igual me animo a escribir unas cositas sobre la peli del Almodóvar aunque ni idea.
Un abrazo y hasta la semana que viene,
Marcelo
yo llevo 20 por si alguien tiene curiosidad.
palabra curiosa esta de “veintiún”, se me hace raro verla escrita pero al parecer es normativa si va antes de “mil”
yo llevo unas seis mil
no me veréis a mí, al menos hasta que cambie profundamente de opinión, criticando jamás la supuesta sobreproducción cultural, la publicación excesivaa de discos libros y demás que, en mi opinión, solo raya a los enteraos de turno, los periodistas culturales, que no pueden cargar con todo, y los propios “productores” de “cultura”, que quieren tener menos competencia. Posible substack para el futuro.
sí sí sí háblanos de la peli de almo