pieles de plátano
documentales deportivos, premios nóbeles de literatura, hostias taiwanesas
Hola hola, lo primero que quería decir es que muchas gracias, ya sois quinientos suscriptores en este humilde blog no indexado (debería solucionar esto, me da mucha pena pensar que los substacks [los buenos, no necesariamente este] no estén a golpe de google). Comentaba el otro día en “bluesky” que además estoy en lo que debe ser la mayor racha de continuidad, con diez semanas consecutivas publicando. La pena, me pareció, es que sin querer estoy cayendo en un neocolumnismo con el que no me siento nada cómodo.
¿Es mejor hacer listas, pasar por encima de algunos temas inconexos, que tratar de sacar unas palabras en torno a un asunto que me interesa de forma especial? Puede ser que no, pero yo soy muy vergonzoso así que, aunque sea por esta vez, me vais a permitir que os cuente simplemente un par de cosas sobre
libros
Ya tuve mi oportunidad de reflexionar sobre Leaving the Atocha Station, desde entonces he leído La clase de griego, que le regalé a Andrea y con el que me puse en cuanto se lo terminó (jojo). No había leído nada de la laureada Han Kang pero joé, este libro está lleno de sensibilidad a la vez que es una exploración, creo, bastante profunda sobre las relaciones entre interioridad y exterioridad, nuestros vínculos con el resto del mundo. Mientras escribo esto me acuerdo ni más ni menos que de Tres Colores: Azul de Kieslowski. Wow, película pasada de moda ¿no? yo creo que está bien….
Después me lancé con El cielo de la selva, de Elaine Vilar Madruga, premio SubstackdeMarcelo a la portada más guapa de la historia de la edición en España. ¿Lo recomiendo? Sí, es un libro de miedo sobre una terrorífica casa en medio de la selva, las relaciones turbias entre sus habitantes y por supuesto los macabros sacrificios que en ella se llevan a cabo. ¿Me ha encantado? Tristemente he sentido todo el rato que me faltaba algo, en mi opinión está algo hinchado y las repeticiones, que entiendo tratan de generar un ritmo particular, me han cansado un poquitín, lo he terminado con ganas de terminarlo y es un poco triste porque el final es “la bomba”.
(Ahora, por cierto, estoy leyendo Escuela de mandarines de Miguel Espinosa, novela de culto del posmodernismo murciano que es la cosa más loca que yo haya leído y sobre la que sin duda escribiré porque me está generando reflexiones que tienen sorprendentes conexiones con)
videojuegos
Dejé medio aparcado el Persona 5 y he estado enfrascado en dos cosillas en mi flamante Xbox: el Nine Sols, que es más duro que su puta madre, un pseudometroidvania en el sentido de que simula ser uno pero no hay demasiado sentido de pérdida ni de backtracking (por lo menos hasta donde yo he llegado) y tiene mucha más relación con Hollow Knight que con Metroid. Los atractivos del juego son la estética de ciencia ficción+espiritualidad china y su combate difícil basado en el parry que me ha hecho sudar sangre y sin duda lo seguirá haciendo hasta que se me hinchen los huevos y lo ponga en modo fácil.
Cuando salió el Death Stranding en “la consola de microsoft” me lancé a comprarlo y, para no sentirme culpable, decidí dejar de pagar GamePass algún mes así que el Nine Sols ha quedado ahí colgado y estoy dando paseos y llevando paquetes. También es “demasiado” pronto como para comentar mucho pero si solo fuese la parte de andar sería fácil mi juego favorito, lo que pasa es que me agobian los malos, agradezco vivir en un mundo preapocalíptico.
audiovisuales
No he visto muchas películas que me hayan gustado especialmente o de las que me apetezca hablar pero sí puedo recomendar la serie Celeste, la ficción casi detectivesca sobre una inspectora de hacienda que investiga a una pseudoshakira. El personaje de Carmen Machi es tan bueno que espero que sigan dándole secuelas y cosas, vale muchísimas series.
(la serie que estoy viendo ahora mismo es Los soprano, está bien y os la recomiendo, ¡no me puedo creer que este substack SIGA siendo gratis!)
Pero sobre todo, lo más importante de lo que voy a hablar en esta carta, DEBO recomendar The history of slipping on banana peels, el corto documental que habla precisamente de eso, de la historia documentada de pisar una piel de plátano y deslomarse. Ya he hablado alguna vez de Jon Bois aquí, cienpor uno de mis directores favoritos desde hace años. Jon Bois se destaca por sus largas series de documentales deportivos1, como el emocionante Captain Ahab: the Story of Dave Stieb o el divertidísimo The People You’re Paying to Be in Shorts, sobre la catastrófica temporada 2011 de los Charlotte Bobcats, el equipo de Michael Jordan.
Pero Slipping on banana peels me ha recordado a mi primer contacto con Jon Bois, The Bob Emergency, la película en la que se proponía comentar a todos los deportistas estadounidenses llamados “Bob” (no Robert, ni otros apelativos, Bob). En ambos documentales se cuentan una serie de datos muy precisos en los que se alza la voz de Jon Bois para seleccionar las historias más relevantes, más interesantes o más divertidas. Ambos, a través de un fondo bastante áspero de documentación y estadística, consiguen evocar la sensación de encontrarte un párrafo realmente bueno en el artículo más random posible de la wikipedia, lo que le sitúa para mí entre los cineastas más contemporáneos. Luego hay unas reflexiones y unas movidas que me emocionaron pero que no comento por no spoilear; en serio, hay que verlo.
Aunque The history of slipping on banana peels está incluida en una serie de documentales más breves y no necesariamente relacionada con los deportes, Pretty Good, en la que también se incluye esta obra maestra