Se ha viralizado un clip del concierto de Blur en el festival-evento estadounidense Coachella en el que la clásica banda toca su canción de 1994 “Boys and Girls”. El cantante, Damon Albarn, en uno de las partes más líricamente sencillas incita al público a que siga y coree sus lolololos pero la peña parece que pasa. Damon Albarn se indigna, mira anonadado a su alrededor, insiste con idéntico resultado, se cabrea y dice no nos vais a ver más el pelo así que ya que estáis cantad conmigo, el clip con cientos de retuits y, aún más importante, otros tantos citados, se corta y no vemos si el cantante, llorando, al menos ha mamado algo.
La conversación se dispara alrededor de este vídeo de menos de un minuto. Parece ser que el público en este festival se gasta quinientos dólares en ir a hacerse fotos y a pasar de la música, es posible que este sea un problema ya no del público sino de una generación con el cerebro frito a base de tiktoks y/o quizás sea la representación paradigmática de los problemas que genera la creciente, imparable, demoledora, maquinaria de los macrofestivales. Pronto llegan voces que matizan los argumentos anteriores: Blur ni siquiera han sido nunca famosos en los Estados Unidos y, desde luego, si quieren que la gente cante a su son podrían ir a algún recinto más pequeño, más íntimo, de un aforo de un par de miles, con precios más asequibles, donde sus fans de verdad estarían encantados de hacer el ruido del mono que va antes de lo de looking for girls who want boys etc etc. Todos los aficionados a la música parece que tenemos claro que todo esto dice mucho de nuestra sociedad, aunque no terminemos de saber el qué.
Se habla mucho del tema, por lo menos un rato1, porque es bastante fácil hablar de todo esto, junta temas provocativos como el de los macrofestivales, convertidos en “experiencias” en las que la música es más un muzak o un reclamo publicitario que el núcleo verdadero del asunto, el comportamiento irrespetuoso del público y el uso de los móviles en general. Se ha hablado poco, me temo, de la interacción entre banda y audiencia, pero debe ser cosa mía porque a mí lo que más incómodo me pone del vídeo es seguramente lo de pedir cantar a la gente…
Sale muy barato criticar al público de Coachella, porque no sabemos ni quiénes son ni qué quieren pero sobre todo porque es muy raro que cualquiera de nosotros vaya a ir alguna vez. Sería mucho más imprudente, a mí desde luego me haría sentir peor, acusar de cualquier cosa a la gente que va a cualquiera de los festivales premium que hay en España2, y que cada uno ponga esa etiqueta en el precio de entrada que quiera, que tendrá opciones. Al final, creo, cualquiera que haya ido a conciertos de los grandes y de los pequeños sabe que siempre hay gente en todos los planes; hay borrachos, parlanchines, fanáticos, comprometidos socialmente, entusiastas y demasiado entusiastas y con frecuencia una misma persona transita varios estados, especialmente en un sitio en el que llevas unas horas y te cobran quince euros por un agua sin tapón.
Tampoco quisiera yo defender a unos millonarios londinenses pero pretender que Damon Albarn sepa especialmente lo que es Coachella, tenga un perfil mental del asistente medio y ajuste unas expectativas de reacción a su single (buenísimo por otro lado) de hace treinta años me parece tirando a lo ridículo. No es que este tío no se entere de nada, como demostró hace un tiempo criticando en público a Taylor Swift, es que no puede enterarse, nadie con tanto dinero y fama durante tantos años puede saber casi nada de lo que sabemos la gente normal.
Para mí ahí debe estar el problema, en que los cantantes no son gente normal y no tienen ningún problema en que se les note, ni ellos ni sus representantes ni sus equipos ni sus discográficas. Es imposible que un grupo como Blur decida tocar en una sala, incluso en una sala enorme, pudiendo tocar en un festival aún más enorme y ganando sus dineros. Estamos tristemente acostumbrados a que nadie haga nada que signifique cobrar un poco menos.
No sé si hubo un momento en el que los músicos estaban dispuestos a cobrar menos por su público, pero igual ni siquiera sabían que podían no hacerlo. Hay unas declaraciones muy reveladoras en las que Bruce Springsteen, respondiendo a las quejas por que algunas de sus entradas llegaron a costar 5000 dólares (??!!), dice “Siempre le digo a mi equipo, ‘mirad lo que hacen los demás y cobremos un poco menos que ellos’. Esto es lo que hemos hecho durante los últimos 49 años o así, hemos tocado por debajo del precio de mercado. Lo he disfrutado, ha sido genial para los fans. Esta vez dije ‘Mira, tengo 73 años, la gente viene, quiero hacer lo que hace el resto, mis colegas’” De un tiempo a esta parte vemos que los precios de los conciertos suben de una forma disparatada sin ningún tipo de repercusión aparente, el precio dinámico de TicketMaster hace cualquier cosa menos dinamizar hacia un precio asequible y mientras tanto debes prerreservar la prerreserva de cincuenta shows europeos de tu cantante favorita.
¿Quién va a los conciertos y para qué? Hace algo menos de un año tuve la oportunidad de ver a Bob Dylan, más conocido como el Bardo de Duluth, en Alicante. Mis asientos, los segundos más baratos, rondaban los cien euros y nadie podía mirar el móvil porque, en una polémica medida, estaban terminantemente prohibidos durante el concierto. ¿Quién pagaría cien euros o más para mirar el móvil? Puede que yo mismo, los impulsos son los impulsos y hasta quien no tenga tendencias adictivas probablemente haría fotos y vídeos que le colocarían en el lugar del documentador en vez del tradicional y simple espectador. Discutible todo esto, pero no es el tema, la anécdota ejemplarizadora que tenía es que, detrás de mí, pude disfrutar de un pequeño grupo de gente no ya habladora o disfrutona, sino a quienes manifiestamente se la sudaba Dylan, no ya el último disco pero también el Freewheelin’.
Para mí esos cien euros eran un lujo pero para esos empresarios-alicante era un plan más, o, como dice mi compañero “el Porras”, el final de su tardeo. La música es, por supuesto, una mercancía más con su propio fetichismo particular. En el siglo XXI, la música en directo es más que otra cosa la venta de una ilusión de presentismo, estar en el mismo momento y lugar que los músicos. En un momento en el que la música se escucha de forma casi inmaterial, parece como si el fanatismo se manifestase como ese pequeño secuestro del ídolo para el que el público paga un precio cada vez mayor. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí y por qué siente esa fascinación hasta el que no es especialmente aficionado a la música? Bueno, en el caso de Alicante, esa gente lo que quería era ligar.
Bueno espero que se haya disfrutado y medio entendido este tocho con sugerencias difusas y conclusiones vagas, tengo que aprovechar aquí para recordar que el sábado 27 estaré en Valencia junto con otros interesantes cantantes a un precio no dinámico de 12 míseros mortadelos, ojalá se acerque un número aceptable de personas. Suscríbanse si no lo han hecho ya y gracias por leer <3
Para cuando esto se publique probablemente no se hable nada ya.
Yo no lo haré porque soy cobarde, afortunadamente no soy periodista y me gustaría cantar en alguno alguna vez.
La verdad da gusto, leer una reflexión tan razonada. Desde mi punto vista creo que por donde va el mundo de los conciertos es por dos caminos, grandes festivales, donde la música es un elemento más, en el que se va de turismo, y después las giras de los grupos por salas donde la programación tiene más criterio y se va a ver y disfrutar de un concierto y no ha comer un bocadillo y una cerveza por 20 euros sentado en el suelo. Entremedias las giras de artistas internacionales a una media de entre 80-100 euros la entrada, hace 15 años costaban 30-40 pero también nos parecía una barbaridad. Contribuye a que los trabajadores auxiliares vivan mejor, yo creo que antes un grupo grande como por ejemplo el que mencionas Blur tardaban 4 o 5 años en ser millonarios, y ahora un grupo que lo "pete" con una gira está bebiendo champan en un yate.
Un saludo
Hola Marcelo,
Es que al final los conceptos no son estáticos, yo me aficione a la música a través de los discos, mi primer festival, fue con 15 años (no había restricción a la entrada de menores, ni autorizaciones en aquellos tiempos) fue la primera oleada de festivales, donde en todos los pueblos la gente se lanzó a hacer festivales, pero cual era la diferencia, era un grupo de chavales a los que les gustaba la música que hacían festivales por traer a los grupos que le gustaban, hoy en día en los festivales grandes, es otro concepto, es una empresa donde prima el negocio, con lo que todo eso conlleva, precios, prohibición de entrar con comida. Con esto quiero decir que el concepto festival no tiene nada que ver el de hace años con lo de ahora, y ojo que siguen existiendo festivales organizados en pueblos por gente que lo hace desinteresadamente.
Lo mismo pasa con los discos y cd's ya no se venden tantos, en mi caso personal es raro que compre vinilos de artistas extranjeros, pero si compro de artistas locales que me gustan, porque entiendo que más allá del beneficio que puedan tener, les generará ganas de seguir haciendo música. Dicho esto yo me lo pasé muy bien en festivales y sigo yendo, porque realmente porque al final hay grupos que como dices no voy a poder ver en una sala, pero apelando a los recuerdos musicales, no tengo un recuerdo de una gran actuación de ningún grupo en festivales en cambio si recuerdo muchas actuaciones que me emocionaron en salas. Respecto a los móviles en conciertos, yo tomo una foto, dos. Pero grabarte todas las canciones, coño que venden DVD grabados por directores de cine de esa banda. Que tendrás las fotos en las web de musica tomadas en primera fila, entiendo que esto estará más relacionado con el tener que decir a todo el mundo que estás haciendo cada 5 minutos. En fin viva la música