¿Cómo no llamarle gilipollas a un gilipollas? ¿Cómo no hacerlo cuando muere gente sin parar y es la quincuagésima gilipollez que te aparece en el móvil en los últimos diez minutos? Si la semana pasada evitaba hablar sobre el sinvergüenza de Errejón por “la maraña discursiva a su alrededor que, en ocasiones, olvida o deshumaniza a las víctimas de una forma que me resulta muy desagradable” imaginaos cómo me siento ahora, cómo imagino que nos sentimos todos, con qué dolor y con cuánto miedo y frustración.
Y entonces lees un tuit del popular streamer “El Xocas” amenazando con dejar de pagar impuestos en protesta por la actitud del presidente del gobierno Pedro Sánchez ante el envío de ayuda a Valencia1. “El Xocas” ni siquiera es el más gilipollas de los que hemos visto estos días, es apenas un rufián en un océano de maldad, pero colmó el vaso para mí y me dieron ganas de matarlo. Tuve que respirar y entonces alcancé una iluminación evidente: este tío trabaja para gente de catorce años y, queriendo o sin querer, tiene que pensar como una persona de catorce años si quiere ganar el dinero que sigue ganando.
¿Cuánta gente vive de decir gilipolleces en Internet? Seguramente vivamos en el momento histórico en el que más rentable es ser muy mala persona, ofender y violentar a los demás. Mi amigo Néstor decía en un tuit (privado) que, pese a las alternativas a “X”, este desastre parecía demostrar que aún era insustituible en cuanto a una genuina “red social” que conecte a las personas y parece trágico que parezca que para que una cosa exista necesitamos la otra. No basta, como decían en Los Simpson, con no mirar a los monstruos, porque ya les hemos mirado mucho tiempo y hemos desarrollado una plataforma monstruosa que se alimenta de los monstruos.
Todos los streamers libertarios, los periodistas deshonestos, los nazis más o menos escondidos, los bots indios que simulan ser víctimas de una riada histórica son elementos fundamentales de la web 3.0, el internet de las redes sociales, la demostración en marcha de que el terrible medio es el mensaje terrible. Puede que no sean monstruos, que solo sean trabajadores de oficina.
Este substack es y será gratuito pero si os ha gustado alguna vez os animo a echar lo que pondrías en un patreon a una donación a las víctimas de la DANA, tengo entendido que esta es confiable. Gracias por leer y hasta la semana que viene.
"¿Cuánta gente vive de decir gilipolleces en Internet?" si le echas un ojo a Proyecto Una hablan de forma muy interesante sobre la monetización del odio, sus limitaciones, y cómo tanta gente en realidad no hacen esto en Internet por ser fachas sino porque simplemente ven que da dinero.
pero entonces, si no basta con no mirar a los monstruos, qué más podemos hacer?