Hola qué tal mi gente, hoy no traigo una columna porque odiaría escribir una newsletter con opiniones sentenciosas y comentario de actualidad (de hecho el tema de esta semana de nuestro presidente y sus visicitudes me ha hecho pensar obsesivamente en lo adictos que estamos a la Actualidad PERO me niego a seguir desarrollando este pensamiento), espero que no os moleste especialmente el breviario cultural que os traigo esta semana con mis opiniones moderadas.
LOS LIBROS
Como dije la semana pasada, terminé el primer ciclo de lecturas (recordemos: un libro de Pynchon, un libro “actual”, un “clásico” y un libro de “no ficción” y entonces vuelta a empezar). Es mayo y con un solo ciclo completo ya está claro: este sistema no está cumpliendo el objetivo principal, en retrospectiva demasiado ambicioso: leer los libros de Thomas Pynchon. Tiene ocho novelas1 y llevo dos y son de las relativamente cortas así que ya veremos.
Sí parece haber cumplido, y estoy contento con eso, un objetivo secundario que era animarme a no comprar libros que acumular sin leer nunca. En estos cuatro meses he comprado dos, el de Mariana Enríquez (que ya he leído) y el de Mónica Ojeda, dos autoras a las que he seguido con mucha atención y cariño y cuyos ejemplares creo que están lejos de una sospecha personal de “consumismo” ni “acumulación” banal o patológica. Por lo tanto proclamo que seguiré con el plan de despersonalización me lleve hasta donde me lleve por lo menos hasta fin de año porque mis márgenes de autodisciplina son de año civil.
V., la primera de las novelas de Pynchon, es un libro rarísimo que juega a ser, al menos dos cosas. Por un lado tenemos a Benny Profane, un exmarino del ejército de Estados Unidos incapaz de encajar en la sociedad de los años 50. Como le pasa a los protagonistas de Los mejores años de nuestra vida, ha vuelto del ejército y ha descubierto que mientras estaba fuera, algo ha cambiado: hay mucho más plástico y la gente compra muchas más cosas que antes. Ante este triunfo de lo “inanimado”, en sus palabras, solo le queda vagar un poco sin rumbo por el país, en una especie de parodia bastante divertida de la generación beat. La otra historia, que va más o menos en capítulos alternos a la de Profane, trata sobre Stencil, un tipo extrañísimo que habla de sí mismo en tercera persona y que dedica todo su tiempo, esfuerzo y recursos a la búsqueda de “V.”, una persona-animal-o-cosa que aparece mencionade en el diario de su difunto padre. Esta es la parte más claramente pynchoniana, en la que tenemos ya su gusto por las versiones contradictorias, las cuestiones eruditas y el gusto por señalarnos eventos especialmente horribles y poco conocidos de la Historia2. Es asombroso (y frustrante y complejo) el libro en muchos sentidos, pero sobre todo me sorprendió su ojo para relacionar los problemas contemporáneos (a su publicación, pero siguen siendo nuestros problemas) con una larga, larga historia de colonialismo y horror, que casi desmitifica o, al menos, contextualiza el nazismo como parte de una cadena de capitalismo extractivista que pervive, entre otras formas, ¡con el turismo!
El desierto blanco, de Luis López Carrasco, siendo claramente una novela de alguien que ha leído ya muchas posmodernidades, se sitúa casi en el punto opuesto del espectro. No hay desvaríos ni exabruptos prolongados ni eruditos. Es una novela muy corta, muy fragmentada (juega casi al libro de cuentos más o menos entrelazados), basada por completo en las sugerencias. No quiero dar muchos detalles pero es, como en Europa, su anterior colección de cuentos, un poco una síntesis de ciertas ideas clave en el cine de su autor: ciencia ficción, nostalgia, socialdemocracia española, pasado sustraído y presente en suspenso… Me gustó bastante e incluso me emocionó aunque, con el paso de los meses, creo que prefiero Europa.
Tea Rooms: Mujeres obreras me parece bastante indiscutible. Luisa Carnés hace maravillosos equilibrios entre la novela social, de tesis, con mensaje y la estética ultraísta de su momento. La historia trata, no engaña el título, de unas mujeres obreras que trabajan en una sala de té más o menos distinguida en los últimos años de la República. Tiene un gran valor político-histórico-sociológico por su acercamiento directo y militante a la situación de ciertas mujeres en su época (y yo no podía evitar acordarme de Usos amorosos de la posguerra en España), pero no descuida jamás lo que está a su alrededor, su prosa (perdón) tiene una fuerza que me sorprendió una barbaridad, es un libro adictivo por su estilo.
Con You Are Beautiful and You Are Alone: La biografía de Nico no acerté. La vida y obra de esta cantante, compositora, actriz, modelo, me interesa muchísimo pero a ratos sentía que a quien no le interesaba era a la autora. La biografía se plantea como un intento con perspectiva de género de cambiar la idea de Nico como yonki, eterna musa, ángel caído, etcétera, para darle el valor que merecen (y lo merecen) sus discos y su obra. Sin embargo, pasa de puntillas cuando toca hablar de cosas como su increíble disco Desertshore o sus misteriosas colaboraciones con Philippe Garrel3. Entiendo y es justificable que Otter Bickerdike prefiera ser historiadora que crítica musical, pero se habla muy poco de canciones en este libro y el chisme, que celebro, se hace confuso continuamente, no está muy claro, por ejemplo, ni con quién vive a cada momento ni de dónde saca el dinero, por no hablar de cuando dice directamente mentiras o se niega a elaborar. Tiene, por supuesto, algo de interés porque la vida y la obra de esta mujer son la definición de interesante, pero parece estar dispuesto todo de la peor forma posible y si lo terminé es porque me di cuenta bastante tarde de que no me estaba gustando jaja.
LA MÚSICA
Hace meses que no estoy demasiado entusiasta con nada musical, me he desencantado con la mayoría de los hypes que van surgiendo en la escena “indie” española y eso me da mucha pena porque yo antes me lo escuchaba todo y disfrutaba casi casi todo. Creo que conforme he ido haciendo canciones (y ya llevo hechas unas cuantas) me he vuelto más neurótico y autoconsciente con qué es para mí la música y no puedo evitar proyectarlo hacia los demás en un acto bastante injusto. Por eso celebro tanto un BUEN concierto como el que les montamos desde La Navaja a Las Petunias el jueves pasado en la Yesería. Todos salimos de ahí flipando con la energía, la confianza y los temones y esa cosa de los conciertos wapos de tenerlo todo controlado pero mandarlo a tomar por culo igual.
Lo que he escuchado y me ha gustado se puede oír más o menos aquí: he celebrado (amargamente) el retorno de Joni Mitchell a Spotify, me ha gustado mucho el disco de Adrianne Lenker y me han vuelto loco las armonías y los desarrollos del disco de Las Nietas del Charli y su interpretación del cantautorismo mediterráneo tipo María del Mar Bonet. Me han gustado también dos discos de country rock, el de Waxahatchee y el de Rosali, pero de una forma tan elemental, han sido un chute tan directo de endorfinas a mi cerebro, me parecen tan perfectos que han acabado generándome una sensación un poco desagradable de dudar de mí mismo y de mi criterio.
En el sentido contrario, en la música retadora, he estado escuchando Psykos, de Yung Lean y Bladee, que es buenísimo, y Cold Visions, solo de Bladee, que está bien pero me satura un poco. He entrado también en dos grandes discos malrolleros que han salido en España muy recientemente: Modelo para armar, de from, a quien sigo desde hace la tira de años gracias a mi amigo Santi, en una trayectoria emocionante por su evolución loca y distintísima a cualquiera que tenga cerca. El otro ha sido Rosario de concesiones, de Ensaña, que juega al rock para gafas de los setenta y al post hardcore, con unas estructuras, unas melodías y unas letras hipnóticas. Ambos discos son continuaciones de alguna forma de los grupos menos genéricos de eso que hemos dado en llamar “post punk”, un enfoque que se agradece muchísimo.
Yo creo que ya está bien por hoy porque para qué voy a empezar con el Mass Effect o con cualquier otra cosa. Sí quería antes de irme pediros que le echéis un ojo al crowdfunding que ha sacado mi amigo Pablo para publicar el ensayo Leyendas que cobran vida, que pinta interesantísimo. Dar las gracias a quien se acercó a Valencia a verme cantar el sábado y recordar que el 11 estaré en Barcelona, pero por motivos técnicos no será en Sidecar, sino en Laut, ojalá podáis venir!
Y un libro de relatos, Slow Learner, que estaría dispuesto a saltarme si me sirve para completar este Everest particular. Incluso he pensado en la excusa romántica con la que justificármelo a mí mismo: siempre me quedará una cosa suya que leer, no quiero quitarme ese sentimiento jeje
En este caso, especialmente, el genocidio herero por parte de los alemanes en la actual Namibia durante la primera década del siglo pasado.
De hecho, la falta de consideración y hasta de respeto por el cine que hizo Nico (salvo La dolce vita) es una constante bastante desagradable.