Pensando en David Lynch salgo de Murcia con un chico y una chica a los que he contactado a través de una popular aplicación para compartir coche. El chico no habla, la chica es simpática y da conversación. No entiende del todo por qué iría yo a Ciudad Real, ni siquiera cuando rompo mi regla del blablacar y confieso que es que voy a cantar. “¿En algún coro?” me responde ella.
Durante las cuatro horas o así suena, flojito, la playlist eterna que tengo para conducir. El tono es mayormente acústico, folkie, relacionado con mi idea cinematográfica y setentera de lo que debería sonar mientras uno va en un coche. En un momento paro a echar gasolina y, al arrancar, se pone de forma automática el cd de Estopa La calle es tuya, que tenía puesto mi madre en el coche. Mi acompañante femenina lo disfruta un montón y, para qué engañaros, yo también, hay muy buenas canciones en ese disco y muchos recuerdos de infancia despertados por ellas. A la segunda vuelta que da el compac, informo: “voy a quitarlo porque me raya estar escuchando otra vez lo mismo”. La decepción en su mirada es la única respuesta que recibo.
Llego a Ciudad Real y aparco, pongo el ticket de la zona azul aunque antes me equivoco y, sin querer, al usar la máquina me quito una multa que nadie me había puesto, menos tres euros.
Eu Santiago da un concierto muy chulo y animado, puro acústico, admiro su capacidad de silbar. Mi concierto fue un desastre, las bases (que en la prueba habían sonado estupendamente) comienzan a fallar, salen arenosas, está roto todo. Solo me queda improvisar y tocar la guitarra durante una hora, no tendría por qué ser un problema (mis canciones son todas muy parecidas y no requieren demasiada habilidad) pero ya estoy nervioso y no me quito el mal rollo hasta el final del concierto.
Pero parece que gusta, a la gente le encanta que las cosas salgan un poco mal. Nunca te aplaudirán en un escenario tanto como cuando la cagas. Es bonito pensar en los seres humanos apoyándonos en nuestra falibilidad humana, aunque a mí me jode mucho, porque empiezo con el neuroticismo y sospecho que alguien entre el público piensa que la he cagado aposta para recibir ese extra de apoyo. Yo la he cagado mucho durante mis conciertos y estoy contento de haber aprendido a casi no cagarla ya, pero también a apreciar y a agradecer ese momento de conexión no prevista, ese salto al vacío de los cables fallando. Seguramente si eso no existiera no me habría atrevido a contarlo por aquí.
Charlo con la gente de El Despacho, la asociación que ha montado el concierto y que se afana en dinamizar un poco el ambiente cultural de Ciudad Real. No parece que haya ido mal el día, vinieron cuarenta personas aproximadamente. Algunos son familiares y amigos de Eu Santiago, otros son amigos míos (porque vino el famoso Jorgísimo) y encuentro hasta un par de grupos de “fans” genuinos, alucinan con que haya ido a Ciudad Real.
“No hay nada malo en Ciudad Real, lo peor es la desidia de sus ciudadanos”, me dijo uno anoche, esta mañana me desvelo y me paseo, visito la catedral. Hay un montón de gente ahí y me miran raro al entrar. Es muy pequeña pero tiene un retablo encantador. Doy un par de vueltas, desayuno un café y un cruasán increíble. Hace un frío que pela y al llevar las cosas al coche me encuentro con que está cubierto con una capita de hielo. Busco en google, que me recomienda que encienda el coche y espere un rato a que el calor del motor vaya derritiéndolo. Todavía me quedan un par de horas de zona azul pero estoy de mala leche por haber dormido poco y quiero cambiar de escenario.
Da miedo la niebla entre Ciudad Real y Toledo y no hay casi nada durante gran parte del camino. Me dije que pararía a mitad para desayunar mejor y, aunque no tengo hambre, me voy autoconvenciendo de que tengo al ver que no hay ningún sitio donde parar. También me entran ganas psicosomáticas de ir al baño.
Cierro el coche y compruebo que lo he cerrado, entro en un bar, pienso si lo habré cerrado así que, antes de pedir, vuelvo y compruebo que lo he cerrado y le vuelvo a dar al botón por si acaso, por costumbre. Vuelvo al bar y pido y me lo vuelvo a preguntar pero decido que no puedo ceder ante la locura, el coche tiene que estar cerrado. Me como un bocadillo en sufrimiento.
En Toledo como un menú del día que incluye unas migas con un huevo frito tan poco hechas que esencialmente parece una forma sofisticada de comerse un huevo frito con pan de toda la vida, pero me sanan. Duermo la siesta y luego voy a probar, con mucha calma todo. El personal de la Sala Pícaro es bastante encantador. La sala es rarísima en cualquier caso, tres plantas y el “escenario” está en la del medio, pienso que es de los pocos sitios donde alguien del público puede tirarse a los músicos y hacer stagediving.
La soledad pesa bastante, acabo recurriendo a mirar el tuiter, me entristezco y me enrabieto, hago un gran esfuerzo en contenerme para no mandar a callar o cagarme en los muertos de toda la maliciosidad que veo. He estado escuchando el penúltimo Podcast Reload, en el que Víctor Martínez, a propósito de Stimulation Clicker reflexiona sobre el posible engaño de bluesky y cómo no es necesariamente mejor sino que solo nos gusta más porque hay menos gente y por tanto es menos agobiante. No creo que le falte razón pero la madre que me parió si se agradece el descanso.
Este concierto sí va muy bien a mi juicio y siento que la gente piensa parecido. Me invitan a salir por ahí pero estoy cansado y cargado de instrumentos y de cosas. Vade retro. Mañana lo agradeceré, estoy madurando.
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Salgo de Toledo y me dirijo a Madrid, me quedo en casa de mi amiga Noah, que está viendo la serie Upload cuando llego. Aparentemente es una mierda pero ella me jura que está bien y hay que confiar. Cuando termina el capítulo grabamos el episodio 101 de nuestro podcast sobre Buffy Cazavampiros, la primera vez que lo hacemos cara a cara. Bonita experiencia.
Llego hipertemprano a la prueba de sonido y Noah y yo nos paseamos haciendo tiempo, vamos a un starbucks (no hay sitios normales en esa zona de Madrid) y me timan un poco pero no pasa nada. Empiezo a ennerviarme y va haciendo fuerza el cansancio acumulado, pero vuelvo a la sala y me pongo en modo concierto y todo se pasa. La prueba es rápida pero no apresurada, es igual la cuarta vez que canto en El Sol y me tienen fichado, la verdad es que es de los mejores sitios donde uno puede actuar en mi experiencia, al menos en cuanto a trabajo de técnicos de la sala.
Santa Rita dan su primer concierto ever lo cual me cuesta creer porque les sale genial, durante su show van viniendo distintos amigos y amigas, muchos de Murcia que han acabado en la capital. Me hace ilusión pensar en mi concierto como una pequeña reunión de emigrantes o alguna reunión de antiguos alumnos.
Toco unas 19 canciones, hago el concierto que tenía en mi cabeza, lo cual no es mucho ni demasiado difícil pero lo suficiente para sentirse orgulloso. Me emociono (y lo que tiene más delito, lo confieso en público) durante Borracho y loco. Es muy fuerte convencer a una sola persona de que una canción es buena pero hacerlo con bastantes decenas en una sola ciudad es en verdad alucinante y ojalá no se me olvide nunca eso. En cualquier caso, a estas alturas del finde casi cualquier cosa podría provocarme una intensa reacción emocional, por eso hay que ir muy sereno a un sitio donde te aplauden.
Charleta posterior, venta de fanzines, algunos asistentes ilustres, alguien me pide el setlist y la púa (tengo que comprarme una púa nueva), cena rápida en el macdonals y largo camino en metro para casa, me quedan dos viajes en la tarjeta.
Despierto a la mañana siguiente, Noah es una persona no bohemia que tiene que trabajar, me hace un café, cotilleamos un poco, nos desesperamos por el estado del mundo, nos despedimos, a casa de verdad.
Llego, abrazo a Andrea, hago las facturas pertinentes, escribo esto fingiendo que lo he ido haciendo en directo, hasta la próxima.
me habría pasado el día entero leyéndolo
Así es exactamente como me gustaría guardar mis recuerdos cuando hago cosas importantes.