Hola a todes de nuevo, espero que hayáis tenido unas felices fiestas dentro de lo posible, sobrevivir ya cuenta. El “evento Marcelo Criminal” de la semana ha sido la entrevista que me hizo Enrique Rey para Icon y que se puede disfrutar online, la conversación fue agradable y las fotos (de María Caparrós) me encantan. El País, le pese a quien le pese (y a mí no deja de pesarme), sigue siendo El País, por lo que la entrevista ha llegado a más gente de la que estoy acostumbrado, he recibido felicitaciones por parte de vecinos y amigos de mis padres, así como muestras de incomprensión por el lenguaje que usamos los jóvenes (me he abstenido de preguntar las dudas) y nuestras cosas en general. También, por supuesto, recibió algunos comentarios negativos tanto en tuiter como en la propia noticia con una violencia que me tuvo un poco inquieto unos días pero no me parece apropiado llorar demasiado por esto aquí.
Lo que he hecho en mi vida personal es hacer regalos, una vez estabilizada la ¿gripe? que me tuvo ko la primera mitad de las navidades debí responsabilizarme y ejercer de adulto independiente de mi casa. Como miles o millones de murcianos, me dirigí a la Nueva Condomina, el centro comercial fuera de la ciudad anexo al estadio del Real Murcia que antiguamente se llamaba también Nueva Condomina pero ahora se llama Enrique Roca. Quienes no vivan en mi ciudad dificilmente podrán imaginar lo que supuso en 2006 el proyecto urbanístico Nueva Condomina, con un estadio inmenso, un centro comercial epónimo, la inauguración del Ikea y un segundo centro comercial, todo en una circunferencia de dos kilómetros de diámetro. Un año después llegaría el tranvía cuya principal función sigue siendo en 2024 llegar a ese Shangri-La de ocio, deporte y capitalismo, si no es todo lo mismo.
Para mí, entre todos esos avances en materia de consumo, lo más importante fue la llegada de la Fnac a mi tierra. Para entonces yo ya había pasado horas en la sección de “cultura” de El Corte Inglés, pero ver una tienda tan grande dedicada a eso, con los libros bien ordenados, dvds con películas en versión original… no me lo podía creer. Fui un joven empollón, como quizás alguien haya podido imaginar, y ahí estaba todo lo que me importaba en la vida. Mientras mi madre y mi hermana compraban ropa y accesorios en otras tiendas, yo me paseaba por los discos y los tebeos (recuerdo leerme como la mitad de Watchmen en uno de los sofás hacia noviembre del 2008, mientras se desplomaba el mercado inmobiliario que había inventado ese centro comercial). Es un poco triste pero guardo muy buenos recuerdos ahí.
Luego, con el tiempo, me hice mayor, la capacidad de una tienda para seducirme se ha ido desvaneciendo. No me gusta coger el tranvía ni la Nueva Condomina en concreto, intento salir lo menos posible del área metropolitana de Murcia y ahora conozco las librerías y las tiendas de cómics de por aquí. También me consta que es una empresa malvada que maltrata sistemáticamente a sus trabajadores. Sin embargo, rondando el centro comercial de mi infancia se me ocurrió en un arranque nostálgico pasarme por ahí a recordar viejos tiempos. Ahora está en otro local, un poco más pequeño, y su disposición en general ha cambiado mucho (ignoro si política de la empresa o necesidades concretas), ya no hay sofás ni invitación al reposo, tampoco hay una pantalla que prometa una Casa de la Cultura Privada en la que proyectar películas o una pequeña tarima donde presentar discos, la máscara intelectualista hipster se ha desvanecido y ahora se parece más a un Primark que a cualquier otra cosa que yo conozca.
No pretendo que esto sea un panegírico, de todas las relaciones emocionales que ofrece el capitalismo tardío quizás la más perversa sea la de proyectar sentimientos en empresas. Es debatible, y de hecho se debate, si es mejor o peor que estas empresas sean abiertamente mejores o peores, si cierto nivel de respeto al consumidor es, subrepticiamente, una manipulación del mismo, una falta de respeto con todas las letras. En este sentido, quizás la fnac hostil de 2024 es una opción menos siniestra que la librería familiar de aspecto amable. No tengo la respuesta aunque no me siento nada cómodo siquiera sugiriendo una defensa de una multinacional. Madurar, en cualquier caso, podría ser no solo descubrir o entender sino comprobar que las cosas que te hicieron feliz eran horribles, aunque también hay una liberación en saber que la felicidad es posible y no tiene que estar encajada en el estrecho marco de una mente infantil.
En otro orden de cosas, me he terminado el libro Pobres criaturas de Alasdair Gray, pastiche posmoderno que simula ser una novela victoriana encontrada en los años 70 y comentada y anotada por el propio Gray. Es muy graciosa y resulta estimulante imaginarse una novela de aquellos años con ese acercamiento a la intersección entre imperialismo, capitalismo y patriarcado (en ese sentido, imagino que fue inspiración de Susanna Clarke en su muy superior Jonathan Strange y el señor Norrell), pero creo que la idea tampoco da para muchísimo más y tiene un epílogo que cuestiona todo lo anterior, un cliché deconstructivista que con frecuencia me parece solo un escalón por encima en sofisticación que terminar con un “todo era un sueño”. Ahora estoy con V. de Thomas Pynchon, más sobre esto, quizás, la semana que viene.
He estado escuchando también a los Guided by Voices desde el principio, supongo que ya me extenderé también sobre esto pero me pareció emocionante llegar a Vampire on Titus y descubrir, en su sexto disco y a los treinta y seis años de su compositor principal, la eclosión de un grupo fundamental. También estoy dándole vueltas continuas al Ahora, de Melenas, que no escuché en su momento pero que es indudablemente uno de los mejores discos españoles de este año pasado.
¡Hasta la semana que viene! Se ha suscrito mucha gente nueva así que muchas gracias, espero que os haya interesado y os siga interesando, yo estoy disfrutando de escribir un poquito más si os sirve de algo jaja <3