Muy buenas una semana más, más tranquila que otras aunque tensa y dolorosa como es, imagino, la vida. Gustó mucho el post sobre brat del otro día y ha habido subidón de suscripciones, ¡bienvenides!, pero recordad que os podéis desuscribir en cualquier momento esto no es ningún compromiso para siempre.
Como sigo un poco anestesiado mentalmente para hablar de Grandes Temas (y como prefiero ser forero a ser columnista) os voy a comentar algunas cosillas que he ido leyendo o viendo en las últimas semanas y que por lo que sea no se han podido comentar por aquí. Pero antes que nada, permitidme recordaros que el sábado a las 14 estaré en León cantándome unas coplas de forma gratuita, así que si estáis por ahí podéis veniros y echar un rato.
Sigo con mi completamente fallido sistema de orden de lecturas, cada día más fallido. El primer item fue (era obligatorio) La subasta del lote 49, de Thomas Pynchon (1965), que ya había leído de adolescente pero en la que no paré de encontrar cosas nuevas. Una mujer californiana se convierte en la albacea del testamento de un exnovio millonario que acaba de fallecer y, en el proceso de organizar las propiedades, descubre que podría existir una conspiración perversa y antigua. El libro es esencialmente “de risa” pero le da para apuntar cosillas bastante siniestras como la relación entre la naciente industria de la informática con los propósitos militares, la movida de los científicos nazis que se reinventan en Estados Unidos (y su experimentación con el LSD…) o, en general, la rápida mercantilización del sueño contracultural “hippie”. El tema principal, en cualquier caso, diría que es la contemplación de la sociedad de los sesenta como un mundo hiperestimulante e hiperestimulado en el que es imposible distinguir la información relevante de la que no lo es y la posibilidad de que esto haya sido diseñado de forma premeditada.
Seguí con Un lugar soleado para gente sombría, la colección de cuentos más bien terroríficos que sacó Mariana Enríquez hace unos meses. Poco que decir de esto, nivel alto en general, en mi opinión, aunque creo que tampoco “supera” a Las cosas que perdimos en el fuego. Meses después la verdad que lo he olvidado un poco pero todavía me vienen a la cabeza tres de los relatos: uno por su final de broma pervertida y otros dos porque me dieron un miedo que flipas.1
(Luego empecé muy ilusionado Los pazos de Ulloa de Emilia Pardo Bazán, tratando de cubrir una gran laguna filológica (perdón) porque jamás había leído nada de ella salvo algún cuento en el máster, pero la verdad es que lo dejé porque no me estaba gustando y leía más por cumplir que por cualquier otra cosa. Se me hizo mucho más anticuada que otras novelas de la época que he leído, en parte por el lenguaje (que entiendo que igual trata de reflejar cierta realidad del habla gallega del diecinueve) pero sobre todo por su forma de mirar a los trabajadores del campo. Aún así, esto es una impresión mía a la que hay que dar poca validez porque como digo, no lo terminé, me consta que el libro debe ser buenísimo y seguramente no era mi momento y ya está.)
Por último2, y como he comentado el último par de semanas, he leído el libro de Oriol Rosell Un cortocircuito formdiable, de muy reciente publicación (y que me fue obsequiado por la editorial, por si alguien prefiere dudar de mis próximas palabras) que trata del fenómeno del ruido en la música “popular” a través de distintos artistas y distintos enfoques: empieza con los Kinks y el hallazgo de la distorsión de guitarra, continúa con manifestaciones más cercanas al mundo del arte o las vanguardias post dadaístas y más adelante tenemos acercamientos al mundo del metal, a su significado concreto en la música japonesa, etcétera. Es un libro para nada exaustivo (evita esa pretensión desde el principio) pero sí muy interesante por su profundidad a la hora de hablar del tema vertebrador, que es esencialmente la lucha del ruido para no convertirse en música, para no ser asimilado por el mercado. Por el camino se desvía en cuestiones históricas, políticas, sociológicas y simples curiosidades que consiguen, creo, que uno entienda de una forma más concreta de lo que se está hablando ahí y que también hace que se aprendan muchas cositas, algo que agradezco. Por sacar algo malo y que no parezca un anuncio de la teletienda esto, no puede evitar algunos tópicos del markfisherismo al que yo soy más bien reacio y que no siempre me parece que vengan demasiado a cuento. Lo peor con diferencia es que al autor no le gustan los My Bloody Valentine (!).
También he visto algunas pelis desde mi última actualización, pero solo destacaría un par: Segundo premio, la película sobre los planetas que han dirigido Isaki Lacuesta y Pol Rodríguez y que me ha interesado mucho aunque aún no tengo claro cuánto me ha gustado. Creo que estaría guay escribir un poquito más de esto cuando la vuelva a ver así que me callo, como se suele decir, un mes. La segunda será Smog en tu corazón, la comedia demente de la argentina Lucía Seles, que es una película que me dejó flipando con su capacidad para crear un universo cinematográfico que funciona con normas, a veces, radicalmente distintas de las de calquier otra película, pero de una forma superlúdica y amable.
No he escuchado apenas música nueva pero una persona me propuso hacer una lista de mis discos favoritos de cada año que he estado vivo así que he entrado en un bucle obsesivo de escuchar/reescuchar los discos que se supone que son buenos del 97. De momento: Radiohead - Ok Computer → no para mí, Björk - Homogenic → bueno bueno, Yo La Tengo - I Can Hear The Heart Beating as One → de los mejores discos de la historia, Sleater Kinney - Dig Me Out → no tan bueno pero definitivamente para mí, Modest Mouse - The Lonesome Crowded West → pequeño bajón porque antes me gustaba más, Elliot Smith - Either/Or → un disco Importante. Os dejo aquí la lista de discos que quiero escucharme coming soon cuando entre en el 98, basándome sobre todo en el top de rate your music y de otras webs (se aceptan sugerencias).
Nos vemos la semana que viene con mis aventuras leoninas y alguna otra cuestión supongo. Gracias de nuevo por vuestro tiempo y un abrazito pasad buena semana.
No sé si procede nombrarlos aquí mismo pero podemos comentar cualquier cosa por comentarios.
A modo de actualización más contemporánea: estoy leyendo El arco iris de gravedad y me lo estoy pasando pipa de verdad, hacía tiempo que no disfrutaba tanto de un libro AUNQUE me quedan ni más ni menos que seiscientas páginas.
Mi libro superfav de la señora condesa es Memorias de un Solterón (que también tiene algún problemilla similar al que te ha tirado para atrás de Los Pazos, pero es una romcom tan buena...).
Del 97 es el Time out of Mind de Dylan y del 98 el The Boy with the Arab Strap de Belle & Sebastian (y, bueno, depende de lo planetero que sigas, Una Semana en el Motor de un Autobús), por ejemplo